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"Este gran hombre de Dios fue el gestor de una revolución religiosa y cultural que cambió el rumbo de la historia en el mundo..."

 

Misionero nacido en Inglaterra en 1794, en el seno de una familia anglicana de buena posición. Cursó estudios en el Colegio Naval y se embarcó a los dieciséis años. Llegó a ser comandante, pero a los cuarenta se retiró de la marina para dedicar los restantes diecisiete años de su vida a abrir caminos para la evangelización de las poblaciones autóctonas del mundo, especialmente en América del Sur, en cumplimiento de un llamado experimentado años antes.

Durante sus viajes por el "nuevo mundo" había tomado conciencia del deplorable estado en que vivían los aborígenes y de la consiguiente urgencia de llevarles el mensaje de salvación. El mismo no se consideraba capacitado para realizar la tarea misionera propiamente dicha, pero anhelaba preparar el terreno para la posterior llegada de misioneros. Sus primeros viajes los costeó él mismo, pero luego inspiró la formación de una entidad que solventara e impulsara la misión, comprometiéndose él a dar el primer paso.

A veces viajaba solo, otras en compañía de su mujer y sus hijos (con los cuales alcanzó a dar una vuelta entera al mundo en el hemisferio sur, en barcos a vela, en busca del lugar donde comenzar los trabajos). Sólo su formación profesional y la invencible fortaleza espiritual basada en el convencimiento de estar cumpliendo el mandato divino, explican que Gardiner haya perseverado durante tantos años a pesar de sus reiterados fracasos (humanamente hablando): en Sudáfrica, donde debió abandonar su actividad misionera a causa de la situación tribal y política; en Indonesia, donde holandeses recelosos dificultaron su accionar; en el sur de Chile, donde reiteradamente los propios caciques objetaron su presencia; en lo que era entonces el Chaco boliviano, donde la jerarquía católica puso en peligro su vida; en las pampas argentinas, donde la reciente campaña contra los indios hacía inconveniente cualquier intento de iniciar contactos amistosos; en la Patagonia, y particularmente en Tierra del Fuego, la tierra de su martirio.

De lo que no cabe duda, basándonos en sus escritos, es el hecho de que Gardiner obró con absoluta sinceridad, y con un ardiente e inagotable deseo de llevar a los naturales el mensaje de la redención. Con todo, "lo que no pudo este extraordinario místico en su vida -como lo expresó un sacerdote salesiano-, lo realizó con su muerte". Los repetidos fracasos, y muy especialmente la tragedia en torno a la misión fueguina, fueron el detonante que obró para que, en el momento propicio, su visión se cumpliera en los diversos campos latinoamericanos por los cuales anduvo.

La actual Sociedad Misionera Anglicana para Sud América es fruto directo de su visión. Es ella la que ha impulsado las iniciativas misioneras, educacionales y sociales que posteriormente han llevado a cabo sus misioneros en nuestros países, muchas de cuyas obras hacen eco a la visión de su fundador. La misión a los fueguinos se hizo realidad años después, aunque al costo de otras vidas martirizadas por la agresividad de los naturales.

Siguiendo la línea de pensamiento de las iglesias históricas europeas de la época, Gardiner evitó tener roces con el catolicismo, aunque sabía de la falta de un verdadero adoctrinamiento en la fe por parte de la Iglesia Católica Romana. Por ello, en algunos de sus viajes exploratorios, Gardiner se ocupó de la distribución de la Biblia y folletos de evangelización, dado que no concebía la posibilidad de una formación genuinamente cristiana de la persona sin el conocimiento de la Palabra de Dios, palabra que conocía muy bien y que citaba constantemente.

Publicó libros sobre sus experiencias, como también folletos, algunos informativos y otros de evangelización. Compuso poesías, en la última de las cuales dice (ya con el fin a la vista): "Señor, humilde ante tus pies me postro y todo lo que tengo te entrego. Lo que Tú quieras en amor pedirme es mejor que me falte: ¡todo es tuyo!! La falta de éxito no le desalentó y sus expediciones lo llevaron cada vez más al sur. Era el año 1851, y Gardiner con un "espíritu excepcional" murió de hambre y de frío, con siete de sus compañeros en Tierra del Fuego a sus 57 años de vida, con todos sus afanes, es importante recordar que siempre sirvió a su Señor, aquel que le había prometido que "el que pierde su vida por causa de mí, la hallará" (MT. 10.39). Su hijo siguió sus pasos pero igualmente fracasó.

En 1859 una expedición a la región austral fue exterminada casi totalmente por los indios. Veinte años después; el nieto de Gardiner, W. Reade Gardiner, quiso proseguir la obra familiar, pero murió de tifus al llegar a Valparaíso. En 1894. En 1976 el Primer Congreso de Ciencias Históricas Fueguinas resolvió solicitar al gobierno argentino que la tumba de Gardiner fuese declarada "lugar histórico". Para celebrar los cincuenta años de la creación de la Missionary Society For South América por Allen Gardiner, se creó en Inglaterra la Misión Araucana que todavía subsiste con el nombre de Misión Anglicana.

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